Al boxeador Luis Quiñones el invicto solo se lo pudo quitar la muerte
Su única derrota, fue el día que cayó para nunca más levantarse.
Con solo 25 años, la prometedora carrera de Luis ‘el Guerrero’ Quiñones encontró un abrupto fin, en una batalla sobre el ring que tanto se comprometió a honrar.
La noche del pasado sábado experimentó su primera y única derrota como boxeador profesional, una que le costó no solo el título nacional del peso welter, sino la vida misma.
Quiñones salió de su municipio natal, Barrancabermeja, en Santander, con la ilusión da abrirse paso en el siempre enrarecido ambiente del boxeo profesional colombiano.
Llevaba con él dos cosas: un apodo poco llamativo y un ídolo al que quería seguirle los pasos.
El remoquete que le pusieron en su pueblo natal fue ‘Pantalla’, pues la parte posterior de su cabeza, aplanada, parecía una. Con el tiempo, cuando llegó a Barranquilla, hace cinco años y medio para iniciar su formación profesional, este apodo mutó a ‘Pantallita’, de cariño.
Su héroe, era el mexicano Julio César Chávez, de quien quería no solo extraer su espíritu combativo y agresivo, sino su poder para noquear. Quería, además, llegar a ser un campeón mundial con todas la de la ley. Un ídolo del pueblo.
Al llegar a la ‘Arenosa’ entró a ser parte de los pupilos de Miguel ‘Ñato’ Guzmán, quien le presentó al que fuera su representante particular, Jhon Hernández, persona que le provisionó para su inicio.
Guzmán, además de acogerlo y comenzar a perfeccionar su técnica, reflexionó sobre su apodo. La verdad, no quedaba bien en el boxeo y por eso lo rebautizó como ‘el Guerrero’.
Y cumplió a carta cabal con su nueva designación.
Debutó el 6 de abril de 2018 en la plaza central de Puerto Colombia al noquear a Osman Núñez. De ahí en adelante solo supo ganar.
A la pelea del pasado sábado llegó con marca de 10-0, seis de esa decena de victorias fueron por la vía rápida. Se estaba convirtiendo en todo lo que soñaba ser y ahora iría por el título nacional.
Sin embargo, en una situación que todavía nadie entiende, sin que le hubieran dado un golpe contundente en la cabeza, a 30 segundos del final del octavo round, último de su pelea ante José Muñoz, la muerte lo noqueó.
Luis Quiñones cayó a la lona, trató de levantarse, pero el destino estaba escrito. De esa caída ya no había más retorno.
Tras cinco días, varios de ellos en coma inducido, y con muerte cerebral en sus últimas horas, sonó el campanazo final que hizo ir a este luchador al descanso eterno.
Un trabajador serio, un boxeador apasionado, un pegador potente, un gran aspirante a ser un proyecto del pugilismo colombiano, una carrera de 10-1.
Pero más que eso, un amigo, un buen hermano y creyente de Dios, se despidió en su ley, subido en el ring y sin darse por vencido, hasta el último round.
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